martes, 30 de septiembre de 2008

Miserable de mi!



Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?


Romanos 7:24.


¡Miserable de mí!

(Leer Romanos 7:24-25)

Observamos lo siguiente: Cuando queremos hacer el bien, y este deseo es muy positivo, entonces el mal se nos impone. En nuestro corazón sentimos gozo por la ley de Dios y tratamos de vivir según ella. Ese deseo está presente gracias a la naturaleza nueva que hemos recibido al convertirnos. Pero a la vez todavía tenemos una vieja naturaleza, que también quiere hacerse valer.

Esa naturaleza vieja, la ley del pecado, nos hace preso y pelea por mantener el mando en nuestra vida. Esta lucha concierne a los miembros de nuestro cuerpo, pues consiste en decidir quién tiene la autoridad sobre ellos. Desde nuestra conversión nuestras manos, ojos, pies, inteligencia… están al servicio de Dios (véase Romanos 6:12-14). Pero mientras dura esta lucha sentimos como si el pecado aún mandara en ellos; por eso nos sentimos la persona más miserable de la tierra. Nuestro cuerpo es un cuerpo en el cual actúa la muerte y del cual quisiéramos vernos libres. Entonces, ¿cómo seguir adelante?

Fijémonos ahora en la palabra quién del versículo 24. Es como si el empantanado, después de todos los intentos por librarse, para los cuales buscaba la fuerza en sí mismo, ahora mirara a su alrededor y esperara que otra persona lo librase. Esto es el fin de su lucha. Sus ojos se dirigen a Dios. Ve que Dios ya tiene la liberación lista desde hace mucho tiempo, porque fue ganada por Cristo Jesús. Quien vea eso exclamará: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (v. 25).

…continúa…

lunes, 29 de septiembre de 2008

Un Ejemplo de Vida II Parte



(El Señor) me ha dicho: Bástate mi gracia;
porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades,
para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias;
porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
2 Corintios 12:9-10.

Ejemplo de Una Vida II parte.
Henriette, paralizada desde hace más de cuarenta años, no inspira lástima, pues su radiante rostro da la impresión de una vida ardiente. No deja tiempo para que uno se maraville y menos para que la admire: –¡Todo es fácil cuando uno está cerca de Dios! Es cierto que al principio no fue nada fácil. Tardé años en darme cuenta de que se puede ser feliz en cualquier circunstancia, con la condición de aceptar la voluntad de Dios.
Soporté muchos desalientos… Ahora, cuando miro el camino recorrido, tengo la sensación de haber hecho una interminable escalada. Pero tuve un buen guía, Jesús, quien no dejaba de repetirme que mirara siempre hacia arriba. ¿Por qué querría volver a bajar? Antes era religiosa, pero no verdaderamente creyente… ¡Una pobre lámpara de pie sin corriente eléctrica!
Después de visitarla, uno se lleva una inolvidable enseñanza de paciencia y aceptación. Son cuarenta años de dolor físico y moral, de enfrentarse con una enfermedad incurable que progresa inexorablemente; cuarenta años de sentirse una carga para otros, en una dependencia física cada vez mayor.
En 1988, Henriette se durmió en su Señor. Para ella como para los creyentes en Cristo en el cielo las penas de esta tierra se transformarán en gozo.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Ejemplo de VIda I Parte




El Señor está cerca.

Por nada estéis afanosos,

Sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego,

Con acción de gracias.

Y la paz de Dios,

Que sobrepasa todo entendimiento,

Guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Filipenses 4:5-7.


Ejemplo de una Vida…I PARTE


Una sonrisa espontánea acoge al visitante. Henriette se halla acostada en la cama con su cuerpo paralizado desde hace cuarenta años debido a un reumatismo deformador: –No debe compadecerse de mí; yo no me quejo. Dios está cerca. Su voluntad es buena, su presencia me colma. Esto es lo que mi enfermedad me ha enseñado; sin ella no lo sabría. Hace años que no pido más por mi curación; no se puede poseerlo todo, y yo recibí la fe. Un cuerpo inmóvil duele menos que una fe muerta…

Con ella es imposible tener una conversación trivial. El hablar de la enfermedad, de sus causas y efectos no tiene cabida. ¡La enferma se interesa tan poco por ello como por sí misma! –Yo no soy nada, absolutamente nada. ¡No me ponga como ejemplo! Dios lo es todo y no se debe decir nada de mí que no sea para su gloria.


Ella ora durante horas enteras no por sí misma, sino por su marido quien cuida de todo, cocina, limpia la casa, le brinda los cuidados necesarios y multiplica sus atenciones llenas de ternura. También intercede por centenares de personas que ella pone en las manos de Dios. «¡Hay tantos desgraciados!», dice ella. Lo único que pide para sí es tener paciencia y aceptar su prueba sin quejarse.


sábado, 27 de septiembre de 2008

Una Ciudadania Celestial


Nuestra ciudadanía está en los cielos,


de donde también esperamos al Salvador,


al Señor Jesucristo;


el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra,


para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.


Filipenses 3:20-21.






Un personaje que ocupaba un alto cargo en la Francia contemporánea, particularmente valiente y enérgico, tenía una hija minusválida. Ella era el objeto de toda su ternura. A pesar de estar muy ocupado, solía dedicarle un tiempo al final de la tarde, salvo excepcional urgencia.



Según su esposa, durante esos momentos estaba como transformado: era humilde y dulce, enteramente dedicado a su hija, quien podía pedirle todo lo que quería. ¡La niña esperaba su venida con inmensa alegría!



Tiempo después, la niña se agravó y murió. Los funerales se desarrollaron en la intimidad familiar. Los padres, fieles creyentes, sabían que su querida hija estaba junto a Jesús. En el momento de abandonar el cementerio, el padre, llevándose tiernamente a su esposa, le hizo esta reflexión: –Ahora ella es como los demás.



Es el triunfo de la fe que permite discernir, a pesar del dolor y las lágrimas, la maravillosa esperanza de los creyentes. Cuando Cristo vuelva, en el cielo todos tendremos cuerpos conformes al glorioso cuerpo del Señor. Su amor, su dulzura, su pureza, todas sus perfecciones serán nuestras:


“Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él (Jesús) se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2-3).





viernes, 26 de septiembre de 2008

El miedo interior





Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo,





y de la fatiga de su corazón,





con que se afana debajo del sol?





Porque todos sus días no son sino dolores,





y sus trabajos molestias;





aun de noche su corazón no reposa.





Eclesiastés 2:22-23.














¿Tormento o Reposo?





«El espanto siempre se halla en uno mismo, basta buscarlo en lo más profundo. Menos mal que se puede actuar». Así se expresa el héroe de una novela.





Para ocultar su miedo, olvidar sus dudas y llenar ese vacío que continuamente descubre en el fondo de sí mismo, el hombre a menudo se deja arrastrar por una actividad agotadora y sin tregua. En esa agitada carrera busca distraer su espíritu y su cuerpo por medio de una nueva ocupación, a menudo superficial. Nuestra sociedad está programada para imponer horarios de trabajo sobrecargados y espectáculos u ocios cada vez más cautivadores.





Pero sin Dios, el hombre por sí mismo no podrá hallar descanso, certeza, ni seguras respuestas a sus preguntas. La solución propuesta por el novelista sólo constituye una fuga que conduce a la desesperación.





Sólo la gracia de Dios da el descanso a nuestro corazón cansado de este mundo y de sí mismo.





Al buscar a Dios, el hombre verá desaparecer el espanto y hallará paz y felicidad, aceptando la invitación de Cristo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).

jueves, 25 de septiembre de 2008

Una Fe Verdadera





Cuando os trajeren ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por como o que habréis de decir; Porque el Espíritu Santo os enseñara en la misma hora lo que debáis decir.



Lucas 12:11-12



Un Tribunal Chino



Un creyente chino arrestado por su fe compareció ante un tribunal después de haber permanecido mucho tiempo en la cárcel: –¿Sigue creyendo en el cristianismo?, preguntó el juez con tono irónico: –No es en el cristianismo en lo que creo, respondió el hombre: –¿Ah, no? ¿Entonces en qué? –Creo en la persona de Jesucristo y no en una religión, contestó el creyente: –No juegue con las palabras, le dijo el juez: –¡En absoluto!, replicó el prisionero.





Usted puede cerrar los lugares de reunión, encarcelar o matar a los cristianos; prohibir toda religión y aun quemar las Biblias, pero, ¿puede tocar a Jesucristo? Él vive eternamente; vive en mi corazón, ¡no me lo puede quitar! Si me matan, estaré con él para siempre.





Amigo lector, ¿comprende esta diferencia? La religión es un conjunto de ritos, una organización influida por un contexto social y cultural, señalada por errores y debilidades humanas. En cambio, la fe es una relación verdadera y personal con un Dios vivo; significa conocer a Jesucristo, el Hijo de Dios, amarle y vivir para él.





El apóstol Pablo escribió: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).






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miércoles, 24 de septiembre de 2008

El nombre de Jesús


Vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre (el de Jesús).
1 Juan 2:12.

No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres,
en que podamos ser salvos.
Hechos 4:12.


El Nombre Sobre Todo Nombre


Una misionera nos contaba sus experiencias: no eran las condiciones de vida difíciles y a veces peligrosas lo que más la habían marcado. Al consagrar su vida a la evangelización había renunciado a todas las comodidades; por esa razón no esperaba mucho bienestar.

Pero lo que más la impresionó al trabajar en medio de poblaciones que practicaban la brujería era haber constatado la fuerza de los ataques de poderes satánicos. Los habitantes eran esclavizados bajo una gran opresión.

Por medio del culto a los ídolos, de la magia y de tantas otras maneras, Satanás manipula a las personas como títeres. Infunde miedo y opresión en los corazones. Pero qué privilegio es dar a conocer al glorioso Vencedor, Jesús (Hebreos 2:14-15), el único que puede librar totalmente del poder del diablo. ¡Cuán universal y extraordinario es el poder del Señor! Así como Jesús se humilló hasta morir por nosotros en la cruz como Señor, “Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra…” (Filipenses 2:9-10).

“Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades… ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:37-39).

Sin embargo, el nombre de Jesús, no es un amuleto, no lo podemos usar a nuestro antojo, cuando queramos o cuando estemos asustados… continúa…

Publicado por WebmasterTeam, 24 de Septiembre 2008.
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