jueves, 29 de octubre de 2009

DADOS Y CERDOS

Fue un encuentro casual en la mitad de una calle de San Francisco, California. Uno se llamaba Frank. Era un hombre de cincuenta y nueve años de edad, desocupado, transeúnte en la ciudad, buscando qué comer. El otro se llamaba Gary. Era un hombre violento, que había vivido la mayor parte de sus cuarenta y ocho años peleando y ofendiendo a mano armada.

—Deme 25 centavos para un café —pidió Frank, el transeúnte.

—¡No le voy a dar un solo centavo! —le gritó Gary, enojado.

Y extrajo un largo cuchillo, sin razón alguna, con el que hirió a Frank una y otra vez en el pecho. Frank, sorprendido hasta lo sumo, cayó al suelo revolcándose en su dolor. A los veinte minutos había muerto de las heridas recibidas.

En los brazos de Gary, el asesino, había dos grandes tatuajes que expresaban la filosofía de su vida. En el brazo derecho tenía tatuado un cerdo; en el izquierdo, un par de dados. Y como cada uno, con sus acciones y con sus maneras, demuestra lo que es, la vida de Gary, asesino de un pobre hombre, transcurría entre la suciedad, el cerdo y el azar: los dados.

¿Qué se podía esperar de uno que se hizo tatuar la figura de un cerdo y la de un par de dados? Con eso expresaba no sólo lo que pensaba y lo que sentía, sino lo que se creía que era.

El cerdo es siempre símbolo de la suciedad. Los dados representan el azar. Ninguno de los dos emblemas edifica una vida digna y justa. Creer que todo en este mundo es suciedad, que nuestros semejantes son sucios y que lo somos nosotros mismos, sólo conduce a revolcarnos más en la suciedad física y moral de este mundo. Creer que no hay códigos ni orden en la vida, sino que todo es casualidad, buena o mala suerte, nos lleva a vivir sin ideales, sin metas, sin propósitos.

El estado en que se encuentra la sociedad actual se debe precisamente a que los filósofos europeos del Renacimiento y de la Ilustración creyeron que todo en el mundo es producto del azar y no de la creación. Si no somos más que cerdos y estamos a la merced de los dados, entonces no hay ninguna esperanza. Pero si creemos que hay algo digno todavía en nosotros, y que vivimos en un mundo regido y gobernado por Dios, entonces hay esperanza de regeneración, de enmienda y de rehabilitación.

Ninguno de nosotros es producto del azar. Al contrario, cada uno es creación de Dios. Es más, Dios tiene un plan para nuestra vida. Para encontrar ese plan, basta con que nos sometamos al señorío de Cristo. Rindámosle, hoy mismo, nuestra vida. Él será nuestro Salvador.

Más Devocionales!