jueves, 24 de diciembre de 2009

PESCA MILAGROSA EN NOCHE BUENA


«Durante lo que para muchos es una época de escasez... en la pesca, Musin Suárez tiene fama de ser pescador sobresaliente...; fui a conocerlo y a enterarme de las razones de su éxito», narra María Benedetti en su obra compuesta de entrevistas con pescadores comerciales de Puerto Rico entre 1991 y 1995, titulada Palabras de pescadores.

»—Hay que pescar todos los días [—le dijo Musin a María—].... En cada puerto ‑en Arecibo, Vega Baja, San Juan, Aguadilla, Mayagüez, Cabo Rojo, La Parguera‑ hay pescadores que sobresalen. Esos pescadores nunca se quejan.... La pesca es lo que más les gusta, y van todos los días. No es como los que dicen: “Yo soy pescador”, y van a pescar una vez a la semana....

»... Para ser pescador, tiene que gustarle. Yo, por ejemplo, vengo de un día de pesca y ya quiero que amanezca para irme bien temprano. ¡Porque me gusta! Si a usted le gusta, va a hacer las cosas bien. Y si hace las cosas bien, ¡va a pescar!...

»—A través de los años que lleva pescando, Musin, ¿ha observado una merma en la pesca? [—preguntó María.]

»—...Para mí es que los corales se han deteriorado por la contaminación [—le respondió Musin—]; [ya] no se ven los que se veían antes....

»... Un vecino mayor, don Ramón Cabán, una vez me contó que venía la Nochebuena y había estado el clima bien malo. No había pejes. No había nada de comer para la Nochebuena. Entonces don Ramón fue a la boca del río a ver si pescaba por lo menos algo para pasar la Nochebuena. Tiró la atarraya, con las ganas que tenía de llorar, y agarró una cantidad de róbalo que no se explica. Porque no había nada en aquellos lares. Fue un milagro que le sucedió para la Nochebuena.

»“Antes, Dios andaba por el mundo”, decía. Eso quiere decir que había mucho pescado....

»—Musin, es un placer y un honor tratar con una persona tan trabajadora, una persona que realiza un trabajo que le apasiona [—lo felicitó María]....

»—Sinceramente le digo [—repuso Musin—], que si hay un médico o un abogado o un ingeniero o un maestro o un barrendero que le guste tanto ser médico o abogado o ingeniero o maestro o barrendero como a mí me gusta ser pescador, ¡esa es una persona feliz!»1

Tiene razón este perito pescador puertorriqueño: Al que le gusta el trabajo que hace, por lo general le va bien. De modo que al que le toca ganarse la vida haciendo algo que no le gusta, más vale que cambie su actitud y le encuentre algo que le guste; o, de lo contrario, que cambie de trabajo y comience a hacer algo que sí le gusta. Ahora bien, en muchos casos lo que más nos agrada es lo que menos contribuye a nuestra prosperidad material; pero a la larga ese sacrificio económico vale la pena, porque el hacer lo que más nos satisface contribuye considerablemente a proteger nuestra salud, y no hay nada en el mundo que sea más valioso que el bienestar físico... a no ser el bienestar espiritual.

A eso se refería el apóstol Juan en una de sus cartas al decirle a un hermano en Cristo: «Oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente.»2 San Juan sabía que Dios está interesado en nuestra prosperidad en su totalidad, es decir, que desea que prosperemos tanto en lo físico como en lo espiritual. Y ese Dios que hace milagros todavía «anda por el mundo», tanto en la Nochebuena como en los demás días del año, pregonando que hay abundancia de alimento espiritual para todo el que esté dispuesto a pescarlo en el mar de su gracia divina.


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1 María Benedetti, «Cuando se disfruta de la pesca...», Palabras de pescadores: Entrevistas con pescadores comerciales de Puerto Rico 1991‑1995 (Mayagüez: Sea Grant Publicaciones, 1997), pp. 77‑89.
2 3Jn 2

PROTECCION QUE SE CONVIERTE EN DESTRUCCION

Eran las tres de la mañana de un 14 de enero en la ciudad de México. Era la hora en que más gente nace y en que más gente muere. Era también la hora en que más robos se cometen y en que más pavorosos incendios estallan.

A esa hora hubo un incendio en la casa de la familia Hernández. El único en la casa era José Hernández, de doce años de edad. Él dormía solo en un cuarto, pero no pudo escapar. ¿Por qué? Por las rejas de seguridad. José murió de inhalación de humo, agarrado tenazmente a las rejas, que no pudo romper.

Se les llama rejas de seguridad porque suponen impedir la entrada de ladrones. Sólo que en caso de incendio, estas rejas se convierten en trampa. Y esta no es la única manera en que alguien encuentra la muerte al buscar la salvación.

Miguel iba huyendo de un tornado que avanzaba hacia él. Para protegerse se refugió debajo de un gran árbol que él suponía era seguro. Pero el árbol fue arrancado desde las raíces y cayó sobre Miguel, matándolo en el instante.

Raimundo Solís tuvo un accidente a media noche. Abandonando su auto, salió corriendo. Era —pensó él— la única forma de protegerse. Pero en el accidente quedó una niña muerta. Las autoridades, siguiendo la información que suministraban las placas, encontraron a Solís, y lo hicieron pagar su crimen tras las rejas de una cárcel. Lo que él pensó ser protección fue su destrucción.

La esposa de Antonio Becerra, cajero en un banco, estaba muy enferma, y Antonio no tenía lo necesario para pagar la medicina. Antonio no sabía qué hacer. Su fiel compañera languidecía al borde de la muerte.

Finalmente Antonio cedió a la tentación. Alterando cuentas, robó dinero de la caja; pero lo descubrieron. De ahí que perdiera su empleo y su libertad misma.

Nunca puede un mal resultar en un bien. La deshonestidad, sea cual sea la razón, siempre rebota y nos destruye. El emplear medios corruptos, aun para hacer un bien, no es el camino a seguir. Buscar lo bueno haciendo lo malo no sólo anula el bien que buscamos, sino que destruye el elemento de mayor protección que tenemos: nuestra conciencia.

En cambio, si seguimos virtudes divinas, tales como la integridad y la honradez, a la larga venceremos. Porque nadie que obedece las normas de Dios termina destruido. Entreguémosle nuestra vida a Cristo. Sometamos nuestra voluntad a su señorío. Tarde o temprano el bien triunfará sobre el mal.

Más Devocionales!