miércoles, 2 de septiembre de 2009

UN CERDO EN UN BAÑO PUBLICO


Era un baño público, un elegante baño público para aquellos a quienes les gusta el jacuzzi, la sauna, el vapor y la piscina de natación, al que entró a bañarse Lin Yutao, ciudadano de Cantón, China, de cuarenta y ocho años de edad.

En la piscina estaba cuando lo arrestaron. Es que Lin Yutao, granjero y amigo de los animales, había entrado a bañarse con un cerdo mascota. «Ha atentado contra la paz de la ciudad, y ha dado muy mal ejemplo», explicaron las autoridades. Como nota de humor, Lin Yutao no pudo llevarse el cerdo a la cárcel.

Es bueno bañarse seguido. De eso no hay duda. Y es bueno ser socio de algún gimnasio que tenga baños de jacuzzi, de sauna y de vapor. Pero no es nada bueno meterse al agua, donde otros también se bañan, abrazando un cerdo.

¿A quién se le ocurre bañarse con un cerdo? El cerdo es símbolo de la suciedad. Cuando se quiere insultar a alguien, se le dice «cerdo» o «puerco». Y por más bañado y limpio que esté, un cerdo, metido en un baño público, ofende a todos los demás ocupantes.

Jesucristo se refirió a los cerdos en una ocasión en que enseñaba acerca de quienes, sin discreción, comparten lo puro y lo justo con los inmundos. «No den lo sagrado a los perros —dijo—, no sea que se vuelvan contra ustedes y los despedacen; ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen» (Mateo 7:6).

¡Cuánta gente convive con cerdos, se siente cómoda entre cerdos, se relaciona con cerdos y hasta hace negocios con cerdos! Estas son las personas que se asocian con los de mal vivir, con los que han echado por la borda todo principio moral, con los que se sienten más cómodos viviendo en el delito que en la decencia.

Hay muchos que piensan sólo en hacer el mal, que viven del robo, de la estafa, del narcotráfico y del contrabando. La expresión es dura y el calificativo hiriente, pero hay que llamar a lo inmundo, inmundo.

No es por nada que la Biblia considera al puerco un animal inmundo. No es sólo porque su carne está generalmente cargada de toxinas, sino porque el puerco ha venido a ser el símbolo del desaseo, del abandono, de la dejadez.

No es necesario vivir en suciedad cuando se puede vivir en pureza. Basta con decirle a Cristo: «Quiero ser limpio, Señor», para que Él nos purifique de toda inmundicia. Porque Cristo responde a todo el que lo busca de corazón. Su sangre nos limpia de todo pecado.

EL AFAN INUTIL


Se cuenta que después del 11 de septiembre de 2001, durante una reunión matutina, el jefe de seguridad de una compañía de Manhattan, en la ciudad de Nueva York, comenzó a contar la historia de algunos de los sobrevivientes de los ataques perpetrados contra las Torres Gemelas. La mayoría de los empleados que se salvaron habían llegado tarde al trabajo ese día por razones que por lo regular tildaríamos de pequeñeces.

El presidente de la compañía llegó tarde ese día debido a que había llevado a su hijo a su primer día en el kindergarten.

Uno de los empleados sobrevivió porque ese día le tocaba comprar los pasteles para el refrigerio matutino, así que había pasado por la panadería.

Una mujer llegó tarde porque no le sonó la alarma del despertador.

Un hombre llegó tarde debido a una congestión en la autopista de Nueva Jersey que se produjo a causa de un accidente automovilístico.

Otro no llegó a tiempo a la parada para tomar el autobús acostumbrado.

Una secretaria se manchó la ropa al desayunar, y tuvo que dedicar tiempo para cambiarse a último momento.

El auto de un hombre no quiso arrancar esa mañana.

Una mujer, en el momento en que iba a salir de su casa, oyó el timbre del teléfono y entró para contestar la llamada.

Uno de los empleados tenía un hijo que hizo todo muy lentamente esa mañana, de modo que no estaba listo para la escuela como de costumbre.

Otro no logró que un taxi se detuviera y lo llevara oportunamente.

Y, tal vez el colmo de la buena suerte disfrazada de mala, un hombre se puso un nuevo par de zapatos esa mañana, pero en el camino a Manhattan se le formó una ampolla en uno de los pies, de modo que entró en una farmacia para comprar una curita.

¿Qué podemos aprender de las historias de esos sobrevivientes? El sabio Maestro, hijo del rey David, subraya las siguientes lecciones en el libro de Eclesiastés:

¿Qué provecho saca el hombre de tanto afanarse en esta vida?

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En la tierra suceden cosas absurdas, pues hay hombres justos a quienes les va como si fueran malvados, y hay malvados a quienes les va como si fueran justos.

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Al dedicarme al conocimiento de la sabiduría y a la observación de todo cuanto se hace en la tierra, sin que pudiera conciliar el sueño ni de día ni de noche, pude ver todo lo hecho por Dios. ¡El hombre no puede comprender todo lo que Dios ha hecho en esta vida! Por más que se esfuerce por hallarle sentido, no lo encontrará; aun cuando el sabio diga conocerlo, no lo puede comprender.

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Vi además que nadie sabe cuándo le llegará su hora. Así como los peces caen en la red maligna y las aves caen en la trampa, también los hombres se ven atrapados por una desgracia que de pronto les sobreviene.

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¿Qué provecho saca quien trabaja, de tanto afanarse? ... Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. 1


1 Ec 1:3; 8:14,16‑17; 9:12; 3:9,11

Más Devocionales!