miércoles, 4 de marzo de 2009

Lo Ultimo en contrabando de drogas
















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Lo Ultimo en contrabando de drogas

Todos los pasajeros bajaron del avión en San Juan, Puerto Rico. Eran más de doscientos. Entre ellos iba un joven de veintitrés años. Caminaba penosamente. Sus piernas parecían dolerle mucho. Cada paso le era una agonía.

Abordado por los guardias del aeropuerto, le preguntaron a dónde iba. «Soy buzo –ó–, y me dirijo a San José, Costa Rica.» Pero su pasaje de avión decía «Madrid, España». Por esta discrepancia y por su forma de andar, le revisaron las piernas. Tenía dos heridas sumamente infectadas.

En el hospital, bajo la custodia de la policía, le abrieron las costuras, malamente hechas, y le hallaron en cada herida una bolsa de plástico con medio kilo de cocaína. Roberto O'Neill había hallado otra manera de pasar contrabando: cocaína entre los músculos de las piernas.

El contrabando se cuenta entre las profesiones más antiguas de la tierra. Mientras haya fronteras, gente codiciosa y gente audaz dispuesta a arriesgar revisión, y mientras se puedan comprar cosas baratas, habrá contrabando.

Los contrabandistas de drogas que operan en casi todas las fronteras de América y Europa se cuentan entre los más avezados, astutos, arriesgados y audaces del mundo. Pero Roberto 0'Neill les ganó a todos, aunque su ingenio casi le cuesta la vida.

Hay quienes escriben en su vida páginas negras. Como que no advierten ni el peligro que esto les acarrea ni el daño que su avaricia les produce a los demás.

Sin embargo, las leyes humanas de moralidad y justicia son también las leyes divinas de moralidad y justicia. Y si la ley humana no siempre alcanza con el brazo al que delinque, la ley divina sí, tarde o temprano, alcanza a todo el que la viola. El que no sea juzgado en esta vida, tendrá que serlo ante el Legislador eterno.

Hoy, mientras todavía tenemos vida y no hemos tenido que vernos cara a cara con el Legislador divino, rindámonos a Cristo. Él quiere y puede librarnos de escribir más páginas negras de miseria, dolor, delito y destrucción. Cristo regenera, transforma, cambia y salva. Él quiere ser nuestro Salvador.


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