miércoles, 4 de noviembre de 2009

NO DEJO UNA NOTA


El joven, de sólo veintiún años de edad, se sentó en el cordón de la vereda y vació en su mano el contenido de sus bolsillos. Era poca cosa: un dólar con veinticinco centavos. Largo rato acarició las monedas que tenía en la mano, aunque eran ya las dos y cuarto de la mañana.Por fin se fue a una gasolinera cercana y le dijo al empleado: «Deme todo esto de gasolina.» Era suficiente dinero para llenar el bidón que traía, así que el empleado le echó gasolina. Acto seguido, el joven, casi sin moverse del lugar, se roció encima todo el combustible, encendió un fósforo y se prendió fuego.Robert James Binckley se inmoló a sí mismo en esa madrugada. No dejó ninguna nota escrita. No dio ninguna razón. No mostró ningún síntoma de nada. No manifestó nada extraño. Simplemente se prendió fuego.¿Por qué se suicidó ese joven, que vivía en Anaheim, California, ciudadano del país más rico de la tierra, más avanzado tecnológicamente y más lleno de atractivos y diversiones? ¡En su propia ciudad de Anaheim se encuentra el célebre parque de diversiones de Disneylandia!¿Será que Robert fue un Romeo enamorado, a quien su Julieta le pisoteó el corazón? ¿Será que como joven estudiante, destrozado por las drogas, cayó en una depresión profunda? ¿Será que llevaba en su conciencia una carga que se le hizo insoportable? ¿Será que sufría alguna enfermedad incurable, cuya prognosis fue incapaz de encarar? ¿O habrá sido él un poeta o un filósofo, a quien la fealdad de la vida le atormentó el alma, y no veía ya razón para seguir viviendo?Lo cierto es que no sabemos por qué se inmoló en una pira de fuego Robert James Binckley, de apenas veintiún años de edad. Pero sí sabemos que si Binckley hubiera tenido fe en Dios, no se habría suicidado. Es más, si Cristo hubiera sido su Señor y Maestro, no habría permitido que las circunstancias de la vida lo llevaran a ese extremo. Al contrario, habría clamado a Jesucristo, el gran Pastor del rebaño, y habría echado sobre Él su carga.Cuando recibimos a Jesucristo como Señor y Salvador, se disipan las nubes de la depresión, se esfuman los pensamientos negativos, desaparecen las negras desesperaciones, y una profunda calma invade todo nuestro ser. Jesucristo tiene vida en abundancia para todos los que la queremos y se la pidamos. Sólo tenemos que buscarlo a Él. En cierta ocasión Cristo dijo: «Al que a mí viene, no lo rechazo» (Juan 6:37). Esa es la promesa de Dios para nosotros.Visita nuestro sitio, en http://www.caminoalparaiso.tk/Dios te continue bendiciendo.

Asesinato en la Matriz

Por el Hermano Pablo.

Kawana Michele Ashley, de Londres, Inglaterra, estaba otra vez en problemas. Nuevamente había quedado embarazada. Un hijo no deseado se estaba formando en su vientre.

Preguntó precios en varias clínicas de aborto. Todas cobraban más de lo que ella podía pagar. La abuela, con quien vivía, le había dicho que no aguantaba un hijo más. La joven, de diecinueve años de edad, se vio sola, desamparada y sin ningún recurso.

¿Qué hizo? Consiguió un revólver, se encerró en su cuarto, enfiló el cañón del arma en el vientre, y disparó. La bala, además de herir a la madre, destrozó una manita del bebé, ya de seis meses de gestación. Hubo que hacer una cesárea de urgencia. La madre se salvó, pero la criatura murió.

¿Habrá palabras para calificar semejante acto? A la joven la acusaron de asesinato en tercer grado. ¿Era totalmente culpable? ¿Había atenuantes a su favor? ¿A que se podía atribuir su conducta?

Uno de los posibles atenuantes es la pobreza. Kawana Michele era una joven desempleada que no tenía profesión. Se formó con poca escuela o cultura, sin libros y sin nadie que la aconsejara. Sólo sabía que tenía un cuerpo con apetitos, y que los hombres que pretendían amarla no eran más que seductores que se aprovechaban de ella.

¿Qué hacer cuando de amores prohibidos nacen hijos indeseados? Cuando no hay dinero, no hay cultura, no hay valores y no hay conciencia, la solución es abortarlos. Así piensa una sociedad que ha perdido toda noción de moral cristiana y que se guía sólo por los intereses del momento. Esta es la sociedad que dice: «Si me gusta, vale; está bien que lo haga.»

La vida así, sin tomar en cuenta valores morales, es una amenaza segura a la existencia misma de la humanidad. Vivir sólo para satisfacer los instintos naturales —el hambre, la sed, el sexo y la supervivencia— es volver a los tiempos de las cavernas. Es regresar a la selva virgen. Es vivir como los animales.

¿Acaso la raza humana, creada a la imagen de Dios, no responde a valores espirituales? Cuando violamos esos valores, contraponiéndonos a las leyes de Dios, enfilamos hacia la destrucción total.

Entreguémosle nuestro corazón a Cristo. Permitamos que sea nuestro Señor, Salvador y amigo. Vivamos en armonía con sus enseñanzas. Sólo así recuperaremos la imagen del divino Creador. Identifiquémonos hoy mismo con Aquel que nos creó a su semejanza.

Más Devocionales!