miércoles, 30 de septiembre de 2009

UN FUTURO Y UNA ESPERANZA

Su cantautor argentino ya había grabado cinco álbumes que le habían merecido varios discos de platino, y varios de sus temas habían triunfado; pero fue esta canción en el año 2001 que revolucionó su carrera y lo lanzó a la fama internacional. El tema se mantuvo en el primer puesto de los rankings radiales argentinos durante veintidós semanas consecutivas, a la vez que lo difundían todas las emisoras radiales de habla hispana.

Posteriormente ganó el premio «Mejor video clip» MTV elegido por el público; su autor la cantó para un millón de personas en un concierto especial para el papa Juan Pablo II; y fue elegida espontáneamente en todas las escuelas de Argentina como un mensaje de esperanza para la familia y como segundo himno en todas las fiestas patrias, y elegida ese trágico 11 de septiembre como un mensaje de paz y esperanza en las radioemisoras de toda América. 1 Se trata de «Color esperanza» de Diego Torres, que ocupó el puesto número diez en nuestra encuesta «Su canción popular favorita»:

Sé que hay en tus ojos, con sólo mirar,
que estás cansado de andar y de andar,
y caminar girando siempre en un lugar.

Sé que las ventanas se pueden abrir.
Cambiar el aire depende de ti;
te ayudará, vale la pena una vez más.

Saber que se puede, querer que se pueda,
quitarse los miedos, sacarlos afuera,
pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón.

Es mejor perderse que nunca embarcar,
mejor tentarse a dejar de intentar,
aunque ya ves que no es tan fácil empezar.

Sé que lo imposible se puede lograr,
que la tristeza algún día se irá,
y así será. La vida cambia y cambiará.

Sentirás que el alma vuela
por cantar una vez más.
Vale más poder brillar
que sólo buscar ver el sol.

Saber que se puede, querer que se pueda,
quitarse los miedos, sacarlos afuera,
pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón.

Lamentablemente, mientras Diego triunfaba en todas partes con «Color Esperanza», su madre, la popular cantante y actriz Lolita Torres, fallecía tras una larga enfermedad. «Sufrí mucho —comentó Diego al respecto—. Pero también me di cuenta de lo que amo.... y [de] que [mi] oficio... es un don que Dios me ha dado.» 2 Lo cierto es que así como Diego reconoció en medio de su dolor la verdad bíblica de que todo don perfecto viene de Dios, 3 bien pudo él mismo haberse pintado la cara color esperanza reconociendo también que Dios tiene planes de bienestar y no de calamidad para cada uno de nosotros, a fin de darnos un futuro y una esperanza. 4


1«Biografía» En línea 23 abril 2008; e Iván Pérez Sarmenti, «Diego Torres: Entrevista», Periódico Diagonal, 1 septiembre 2004 En línea 23 abril 2008.
2Pérez Sarmenti.
3Stg 1:17
4Jer 29:11

lunes, 21 de septiembre de 2009

ANTIDOTO DE LOS CELOS

Todo comenzó bien, así como comienza la mayoría de los matrimonios. Había ternura, había afecto y, más que nada, había amor. Sin embargo, pasada la luna de miel, el matrimonio comenzó a andar mal. En medio de dos que se amaban, se interpusieron los celos, que destruyen todo lo que tocan.

Un día Francisco Contreras, de Monterrey, México, no soportó el acoso de los celos y le pegó un tiro a su esposa, Sanjuana, en el temporal derecho. Acto seguido, se disparó él mismo en la sien. Ninguno de los dos murió, pero Sanjuana quedó con las facultades mentales alteradas, y Francisco perdió la vista en un ojo. Los celos habían triunfado.

Si hay algo que los matrimonios deben rehuir, son los celos. Los celos consumen alma, corazón, mente y vida, y mientras los están consumiendo, conducen a la locura, terminando en tragedias como aquella.

Hay celos que son naturales y saludables, y que provienen de un amor genuino. La Biblia dice que aun Dios es un Dios celoso que con diligencia vela por los suyos. Pero hay, también, celos morbosos, perjudiciales y enfermizos, producto de oscuros y bajos complejos. Esos son celos destructivos.

¿Cómo evitar que haya celos destructivos? Se comienza estableciendo un patrón de fidelidad incondicional entre esposos. El cónyuge debe saber, sin la más mínima duda, que su pareja, por nada en la vida, defraudaría los votos nupciales de amor y lealtad que los dos hicieron ante Dios.

Luego, cada cónyuge debe desarrollar fe y confianza en Cristo. La fe profunda en Cristo nos libra de psicopatías enfermizas. Cuando ambos esposos son verdaderos seguidores de Cristo, no hay entre ellos ningún brote de malos celos.

Añádase a esto el cultivo a fondo de la amistad matrimonial. Cuando el amor —el buen amor, el amor basado en un compromiso inquebrantable— se cultiva con sumo cuidado, los celos malignos no tienen ocasión de brotar. Porque al conservar el amor genuino, nos inmunizamos contra los celos destructivos.

Dios, el diseñador del matrimonio, es también la fuente del amor. Cuando nuestro matrimonio y nuestra vida están en armonía con Dios, estamos también en armonía con nuestro cónyuge, y los celos no tienen dónde aflorar.

Con Cristo en el matrimonio, no hay lugar para celos enfermizos. Sólo hay lugar para un amor cálido, puro, tierno y cristiano. Sea Cristo, desde hoy, el Señor de nuestro matrimonio. En él hay paz y confianza y seguridad.

domingo, 13 de septiembre de 2009

DE NADA SIRVE AFANARSE

Se cuenta que después del 11 de septiembre de 2001, durante una reunión matutina, el jefe de seguridad de una compañía de Manhattan, en la ciudad de Nueva York, comenzó a contar la historia de algunos de los sobrevivientes de los ataques perpetrados contra las Torres Gemelas. La mayoría de los empleados que se salvaron habían llegado tarde al trabajo ese día por razones que por lo regular tildaríamos de pequeñeces.

El presidente de la compañía llegó tarde ese día debido a que había llevado a su hijo a su primer día en el kindergarten.

Uno de los empleados sobrevivió porque ese día le tocaba comprar los pasteles para el refrigerio matutino, así que había pasado por la panadería.

Una mujer llegó tarde porque no le sonó la alarma del despertador.

Un hombre llegó tarde debido a una congestión en la autopista de Nueva Jersey que se produjo a causa de un accidente automovilístico.

Otro no llegó a tiempo a la parada para tomar el autobús acostumbrado.

Una secretaria se manchó la ropa al desayunar, y tuvo que dedicar tiempo para cambiarse a último momento.

El auto de un hombre no quiso arrancar esa mañana.

Una mujer, en el momento en que iba a salir de su casa, oyó el timbre del teléfono y entró para contestar la llamada.

Uno de los empleados tenía un hijo que hizo todo muy lentamente esa mañana, de modo que no estaba listo para la escuela como de costumbre.

Otro no logró que un taxi se detuviera y lo llevara oportunamente.

Y, tal vez el colmo de la buena suerte disfrazada de mala, un hombre se puso un nuevo par de zapatos esa mañana, pero en el camino a Manhattan se le formó una ampolla en uno de los pies, de modo que entró en una farmacia para comprar una curita.

¿Qué podemos aprender de las historias de esos sobrevivientes? El sabio Maestro, hijo del rey David, subraya las siguientes lecciones en el libro de Eclesiastés:

¿Qué provecho saca el hombre de tanto afanarse en esta vida?

.............................................................

En la tierra suceden cosas absurdas, pues hay hombres justos a quienes les va como si fueran malvados, y hay malvados a quienes les va como si fueran justos.

.............................................................

Al dedicarme al conocimiento de la sabiduría y a la observación de todo cuanto se hace en la tierra, sin que pudiera conciliar el sueño ni de día ni de noche, pude ver todo lo hecho por Dios. ¡El hombre no puede comprender todo lo que Dios ha hecho en esta vida! Por más que se esfuerce por hallarle sentido, no lo encontrará; aun cuando el sabio diga conocerlo, no lo puede comprender.

.............................................................

Vi además que nadie sabe cuándo le llegará su hora. Así como los peces caen en la red maligna y las aves caen en la trampa, también los hombres se ven atrapados por una desgracia que de pronto les sobreviene.

.............................................................

¿Qué provecho saca quien trabaja, de tanto afanarse? ... Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. 1


1Ec 1:3; 8:14,16‑17; 9:12; 3:9,11

miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA MOSCA EN LA TELARAÑA


Un joven salió al campo a meditar sobre la lucha que libraba todos los días contra las tentaciones de la vida. Al mediodía, sentado sobre una piedra en medio de la naturaleza, se puso a seguir el vuelo despreocupado de una mosca. De pronto la mosca bajó en picada hacia el suelo al divisar una telaraña que estaba entre la piedra y la tierra. En el momento de atravesar la telaraña, la mosca quedó atrapada. Comenzó a patalear, pero lejos de librarse mediante sus desesperados esfuerzos, sólo se enredó aun más. Cuando la astuta araña sintió el movimiento de la tela, corrió hacia la mosca y empezó a cubrirla con su hebrita atrapadora. Entonces la araña se apartó para dejar que la mosca muriera lentamente, pues la experiencia le había enseñado que no había que apurarse; al poco rato se daría el gusto de devorar ese delicioso manjar. Pero cuando la araña se alejó, el joven fácilmente liberó a la mosca y ésta salió volando. ¡Cuál no sería la decepción que sufrió la araña al volver y encontrar que su presa había logrado escapar!

El joven no pudo menos que reflexionar sobre aquella lección que le había dado la naturaleza misma. Él era como la mosca, y la araña como el enemigo que lo tentaba a diario. Cada vez que divisaba una atractiva telaraña, se lanzaba en picada hacia ella pensando que podría atravesarla y salir ileso al otro lado. Pero sucedía que casi siempre quedaba atrapado y comenzaba a patalear, procurando desesperadamente librarse de la trampa en que había caído. Cuanto más se esforzaba, más se enredaba, hasta que el enemigo de su alma lo aprisionaba del todo y se apartaba para dejar que muriera lentamente, víctima de las consecuencias de sus actos impulsivos.

¡Cuántas personas no hay en este mundo que, al igual que la mosca, han quedado atrapadas en las telarañas del enemigo! Para unas la telaraña es la pornografía; para otras es el placer sexual fuera del matrimonio; para otras es la codicia de lo ajeno, la riqueza al margen de la ley y a expensas de aquellos a quienes despojan de sus bienes; para otras es la obtención de dinero fácil, arriesgándolo todo en apuestas y juegos de azar; para otras es el escape de la realidad mediante el consumo de alcohol y de drogas. Lo que todas estas telarañas tienen en común es que aprisionan a su víctima con tanta tenacidad que se le hace imposible librarse por sus propios esfuerzos.

A Dios gracias que, así como la mosca de la anécdota, no tenemos que luchar solos contra las tentaciones de esta vida. Cuando nuestro enemigo Satanás nos atrapa en su telaraña, Dios tiene poder para librarnos; para Él es tan fácil como lo fue para el joven librar a la mosca. Y Dios no sólo puede sino que quiere hacerlo. Basta con que se lo pidamos, con las palabras mismas del padrenuestro: «Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno.» 1 Cuando dejamos que Dios nos libre de la telaraña del pecado, salimos volando por la vía libre rumbo al cielo que nos tiene preparado.


1Mt 6:13

martes, 8 de septiembre de 2009

UNA SUPLICA DESGARRADORA


Nació en 1946 en la provincia española de Alicante. Su popularidad alcanzó la cima en las décadas de 1970 y 1980 en España y en Iberoamérica. Se le ha considerado el artista más completo de su generación por haber sido intérprete, compositor y productor de sus propias canciones, con más de seiscientas grabadas en al menos veinticinco discos, de los que se han vendido más de cien millones de copias en varios continentes, y con más «números uno» que cualquier otro cantante hispanohablante: cincuenta y dos en total.

Tres de esos «números uno» los consiguió a finales de 1980, cuando lanzó su álbum titulado Amaneciendo, que vendió diez millones y medio de discos y recibió el premio «Globo de Oro». 1 He aquí el «número uno» de ese disco que ocupó el puesto número once en nuestra encuesta «Su canción popular favorita», tema al que Camilo Blanes Cortés, conocido por su nombre artístico Camilo Sesto, calificó en un concierto como una de sus mejores canciones: 2

Perdóname,
si pido más de lo que puedo dar,
si grito cuando yo debo callar,
si huyo cuando tú me necesitas más.

Perdóname,
cuando te digo que no te quiero ya:
son palabras que nunca sentí
que hoy se vuelven contra mí.

¡Perdóname, perdóname, perdóname!
¡Perdóname, perdóname, perdóname!
Si hay algo que quiero, eres tú...

Perdóname,
si los celos te han dañado alguna vez,
si alguna noche la pasé lejos de ti
en otros brazos, otro cuerpo y otra piel.

Perdóname,
si no soy quien tú te mereces,
si no valgo el dolor que has pagado por mí
a veces...

¡Perdóname, perdóname, perdóname!
Perdóname, perdóname, perdóname!
Si hay algo que quiero, eres tú...

Perdóname,
y no busques un motivo o un por qué:
simplemente yo me equivoqué.
¡Perdóname!

Quiera Dios que la desgarradora súplica de esta canción nos motive a todos no sólo a pedir perdón a quienes alguna vez hayamos herido u ofendido, incluso a Dios mismo, sino también a perdonar a quienes nos han causado daño. Porque si perdonamos a otros sus ofensas, también nos perdonará a nosotros nuestro Padre Celestial —dijo Jesucristo con relación al Padrenuestro—. Pero si no perdonamos a otros sus ofensas —advirtió—, tampoco nuestro Padre nos perdonará a nosotros las nuestras. 3


1 En línea 24 abril 2008; Wikipedia, s.v. «Camilo Sesto» En línea 24 abril 2008.
2 En línea 25 abril 2008.
3Mt 6:12‑15; Lc 11:4

lunes, 7 de septiembre de 2009

POR DONDE EL CONDOR PASA...OTROS NO!


Los doce contemplaron el proyecto. Todos ellos se mostraban sonrientes y optimistas. Estaban en uno de los lugares más pintorescos de la sierra peruana, las montañas del Cuzco, y su proyecto era escalar esas montañas.

Se trataba de doce jóvenes argentinos que habían llegado al Cuzco para satisfacer un viejo sueño: ver la tierra legendaria del Inca, por donde «el cóndor pasa».

Trágicamente un sorpresivo alud de piedras y nieve los sorprendió a todos. Ocho de los jóvenes murieron. Cuatro de ellos, María Teresa Robles, de catorce años de edad; Eneas Toranzo, de quince; su hermano Pablo, de dieciséis; y Gabriel Bazán, de treinta y dos, se salvaron, pero sólo para recordar el horror de la tragedia.

Una avalancha, ya sea de lodo, piedras o nieve, es algo horrible. Ha habido varios de esos terribles episodios en la historia del Perú. En el año 1970 el pueblo de Yungay desapareció por completo bajo un alud. Lo mismo sucedió en Colombia: la ciudad de Armero fue cubierta por completo por un alud de barro y nieve del nevado del Ruiz. Cuando una montaña se desploma, la gente perece.

¡Cuántos aludes ocurren en nuestra vida diaria! A veces es una situación tirante entre patrón y empleado, situación que puede consistir en abusos y desprecios. El empleado aguanta y aguanta, porque necesita el salario y debe someterse. Pero un día el resentimiento acumulado estalla, el empleado se arma y el patrón muere.

A veces es una situación matrimonial que ha ido agravándose por años y años, y de repente, por una provocación insignificante, la montaña se desprende, la tormenta estalla, la furia contenida revienta y hay una tragedia familiar.

Algo así ocurrió en los tiempos del diluvio descrito en la Biblia. Una humanidad rebelde, confundida y desobediente fue quebrantando más y más las leyes morales de Dios, y fue acumulando más y más ira y resentimiento, hasta que Dios dijo: «¡Basta!» y envió ese juicio universal en el que, de entre todos los habitantes del mundo, sólo ocho personas se salvaron.

¿Será posible que el mundo moderno, con todas sus injusticias, sus violencias, sus rebeldías y sus pecados contra la humanidad y contra Dios, está también acumulando peso? La Biblia trata sobre un segundo juicio divino al que califica de final.

¿Por qué esperar? Es hora de que le pidamos a Jesucristo que sea el Señor de nuestra vida. Sólo Él puede salvarnos de desastres, tragedias y juicios.

sábado, 5 de septiembre de 2009

MI MAMA ME ODIA


En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:

«Mi papá siempre ha tenido debilidad por las mujeres, es decir que es un mujeriego. Mi mamá siempre ha peleado con él por eso, pero [él no sienta] cabeza....

»Mi problema es con mi mamá. Ella me tiene odio tan sólo porque yo me parezco a mi papá, y como no están juntos casi nunca, ella quiere desquitarse conmigo....

»Yo decía: “Bueno, ella quiere a mi hermano mayor porque es el primero, a la [mujer] porque es la única [mujer], y al último porque es el más pequeño.” Y siempre ha sido así hasta ahora que tengo veintiséis años. Hay veces que si tengo algún problema y no puedo darle el dinero que le doy al mes, [ella] comienza a decir que el hijo más malo que ella tiene soy yo.

»... Muchos me dicen que no [entienden] cómo yo, sabiendo eso, aún la trato como si fuera la mejor madre del mundo. Pero es que Dios me hizo así.»

Este es el consejo que le dimos:

«Estimado amigo:

»¡Es usted muy prudente y maduro para ser tan joven! Tiene la capacidad de hacer lo que la mayoría de las personas no pueden hacer: pasar por alto la conducta equivocada de los demás debido a que reconoce los motivos que la impulsan. Usted se da cuenta de que su madre está desahogando con usted la frustración que ella siente hacia su padre. De modo que no se trata de usted en absoluto, sino más bien de ellos dos. Usted no es más que la víctima inocente atrapada entre los dos....

»El patriarca Abraham echó de su casa a su hijo Ismael sólo porque Sara, la madrastra de Ismael, quería deshacerse del muchacho. Ismael no había hecho nada para merecer tal rechazo; pero a los ojos de Sara, él era un recuerdo constante de ciertas decisiones indebidas que ella misma había tomado. Ismael no tenía culpa alguna, pero ella se desquitó con él. ¡Eso no fue justo!

»No obstante, Dios acompañó a Ismael, así como lo acompaña a usted. ¡Usted es su hijo al que ama entrañablemente! Y el quinto mandamiento dice que Él lo bendecirá con una larga vida por honrar a su madre.1

»¿Qué puede, entonces, hacer usted? Nos ha dado la impresión de que ya está haciendo lo debido. Sólo nos queda añadir que usted no debe esperar que su mamá cambie. A pesar de que ella se ha portado mal al tratarlo a usted así, las emociones que la han impulsado están tan confusas que no es capaz de ver la situación desde una perspectiva racional. Y cuanto más usted espere de parte de ella, más se decepcionará y se lastimará emocionalmente cuando no lo obtenga. Así que comience a esperar que ella lo va a tratar mal, de modo que cuando lo haga, ¡al menos tenga usted la satisfacción de haber acertado! Esto corresponde a un principio valioso, que le puede ser útil también en otras situaciones: cuantas más expectativas tenga de algo, mayor va a ser la desilusión si no le resulta como esperaba; en cambio, si tiene menos expectativas, podrá tener mayores satisfacciones....

»¡En fin, lo animamos a que siga actuando con sabiduría!



Exo 20:12

viernes, 4 de septiembre de 2009

NADA MAS QUE BASURA


«Basura» parecía ser la nota tónica, la palabra clave de su vida. Había nacido en un barrio pobre en una familia pobre. Era uno de ocho hijos de la familia. El vertedero de basuras del pueblo estaba cerca. Basura era lo que comía, y basura lo que vestía.

Acosado por la necesidad, Jaime Macías, joven hispano de dieciséis años de edad, cruzó la frontera norte y entró a los Estados Unidos. Iba en busca de trabajo.

Un hombre, que era homosexual, le ofreció casa y comida a cambio de relaciones sexuales. Con eso hubiera habido todavía más basura en la vida de Jaime, pero él rechazó la oferta y caminó días enteros por las calles de San Antonio, Texas, buscando restos de comida en la basura.

Cansado, molido, triste y vencido, se acostó a dormir en un contenedor de basura. Estando él dormido, llegó un camión, levantó el contenedor y vació los desperdicios dentro de su enorme vientre que estaba casi lleno de basura.

Antes que Jaime pudiera dar aviso de su presencia en el camión, éste lo trituró, rompiéndole varias costillas. Jaime se salvó la vida, pero allí en la cama de un hospital de San Antonio no pudo menos que preguntarse: «¿Seré yo basura nada más?»

Jaime no será la única persona que se ha hecho esa pregunta. Pero es más lamentable aún que para muchos —personas materialmente privilegiadas, pudientes, exitosas, que viven halagadas y envanecidas por su éxito material— Jaime no es más que basura.

Para algunos políticos que, sin conciencia, sólo piensan en votos, Jaime, que no vota, es basura. Para personas sin corazón, que desprecian a los pobres, a los menesterosos, a los marginados y a los mendigos, Jaime es basura. Para ciertos líderes religiosos que se mueven entre cortinados de terciopelo, candelabros y muebles de caoba, Jaime es basura.

A Dios gracias que a los ojos de Jesucristo su Hijo, que voluntariamente bajó del cielo para morir en una cruz, Jaime no es basura. No importa que haya nacido en la basura, ni que haya comido basura, ni que haya dormido en un contenedor de basura, ni que haya sido triturado por un camión de basura, Jaime no es basura. Jaime Macías es un ser humano que tiene tanto valor que Cristo dio su vida por él.

Dios no creó basura. Al contrario, creó al hombre a su propia imagen y semejanza. Todos somos creación de Dios, y por lo tanto ninguno de nosotros es basura.

Dios nos ama. Recibamos a Cristo como nuestro Salvador. Él desea ser nuestro amigo.

jueves, 3 de septiembre de 2009

ENCIENDE MI FUEGO


Con insistencia pertinaz, agobiante, enervadora, las palabras salían del equipo estéreo: «¡Enciende mi fuego! ¡Enciende mi fuego! ¡Enciende mi fuego!» Éstas venían envueltas en obsesionantes compases de música rock. La obra era uno de los grandes éxitos de Jim Morrison. Y Anthony Fullbright, de veinticuatro años de edad, de Gainsborough, Inglaterra, escuchó tres días seguidos la misma canción.

De pronto, en un momento de arrebato, se roció con gasolina y se prendió fuego. Tanto había escuchado «Enciende mi fuego» que, en su locura, se inmoló.

He aquí otro caso que comprueba la tremenda influencia que la música rock ejerce en la mente de los jóvenes. Su ritmo aturdidor y la constante repetición monótona de palabras y frases actúan, primero, como un narcótico de la conciencia, para después incitar a la acción destructiva.

Jóvenes fascinados por la música y obsesionados por las palabras actúan según les manda la canción. Unos han salido con su auto a atropellar a personas. Otros le han prendido fuego a edificios. Otros han estrangulado a ancianitas. Otros han violado, sin misericordia, a niñas inocentes. Otros se han arrancado los ojos. Y otros aun se han tirado de altos edificios.

¿Habrá algún remedio contra música que apasiona a millones de muchachos y chicas en todo el mundo al extremo de enloquecerlos? Querer frenar su producción es como querer detener las cataratas del Iguazú con una mano. Tanto el tráfico de música rock y de drogas como el consumo de licor, el contrabando, la prostitución, el divorcio y el aborto son humanamente incontenibles.

Sin embargo, si bien no podemos detener todos los males del mundo, sí podemos salirnos de ellos. Quizá sea difícil, pero no es imposible. Así como es posible salirse de la corriente de un río torrentoso que se desborda, también es posible, con la ayuda de Dios, salirse de la vida del rock, de las drogas, de la prostitución y de todos los males sociales que destruyen la vida del joven.

Pero hay una condición. Librarnos de estos males y de sus consecuencias requiere acción de parte nuestra. Tenemos que entregarnos a Cristo. Con toda sinceridad tenemos que pedirle, desde el fondo del corazón, que nos salve y que nos ayude. Tenemos que decirle: «¡Señor, te necesito! ¡Ayúdame! ¡Sálvame!» Es entonces que Cristo viene en nuestra ayuda, y nos limpia, nos regenera, nos rescata y nos salva.

Jesucristo, el Hijo de Dios, puede hacerlo porque murió en nuestro lugar, y esa sangre que vertió por nosotros nos limpia de todo pecado.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

UN CERDO EN UN BAÑO PUBLICO


Era un baño público, un elegante baño público para aquellos a quienes les gusta el jacuzzi, la sauna, el vapor y la piscina de natación, al que entró a bañarse Lin Yutao, ciudadano de Cantón, China, de cuarenta y ocho años de edad.

En la piscina estaba cuando lo arrestaron. Es que Lin Yutao, granjero y amigo de los animales, había entrado a bañarse con un cerdo mascota. «Ha atentado contra la paz de la ciudad, y ha dado muy mal ejemplo», explicaron las autoridades. Como nota de humor, Lin Yutao no pudo llevarse el cerdo a la cárcel.

Es bueno bañarse seguido. De eso no hay duda. Y es bueno ser socio de algún gimnasio que tenga baños de jacuzzi, de sauna y de vapor. Pero no es nada bueno meterse al agua, donde otros también se bañan, abrazando un cerdo.

¿A quién se le ocurre bañarse con un cerdo? El cerdo es símbolo de la suciedad. Cuando se quiere insultar a alguien, se le dice «cerdo» o «puerco». Y por más bañado y limpio que esté, un cerdo, metido en un baño público, ofende a todos los demás ocupantes.

Jesucristo se refirió a los cerdos en una ocasión en que enseñaba acerca de quienes, sin discreción, comparten lo puro y lo justo con los inmundos. «No den lo sagrado a los perros —dijo—, no sea que se vuelvan contra ustedes y los despedacen; ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen» (Mateo 7:6).

¡Cuánta gente convive con cerdos, se siente cómoda entre cerdos, se relaciona con cerdos y hasta hace negocios con cerdos! Estas son las personas que se asocian con los de mal vivir, con los que han echado por la borda todo principio moral, con los que se sienten más cómodos viviendo en el delito que en la decencia.

Hay muchos que piensan sólo en hacer el mal, que viven del robo, de la estafa, del narcotráfico y del contrabando. La expresión es dura y el calificativo hiriente, pero hay que llamar a lo inmundo, inmundo.

No es por nada que la Biblia considera al puerco un animal inmundo. No es sólo porque su carne está generalmente cargada de toxinas, sino porque el puerco ha venido a ser el símbolo del desaseo, del abandono, de la dejadez.

No es necesario vivir en suciedad cuando se puede vivir en pureza. Basta con decirle a Cristo: «Quiero ser limpio, Señor», para que Él nos purifique de toda inmundicia. Porque Cristo responde a todo el que lo busca de corazón. Su sangre nos limpia de todo pecado.

EL AFAN INUTIL


Se cuenta que después del 11 de septiembre de 2001, durante una reunión matutina, el jefe de seguridad de una compañía de Manhattan, en la ciudad de Nueva York, comenzó a contar la historia de algunos de los sobrevivientes de los ataques perpetrados contra las Torres Gemelas. La mayoría de los empleados que se salvaron habían llegado tarde al trabajo ese día por razones que por lo regular tildaríamos de pequeñeces.

El presidente de la compañía llegó tarde ese día debido a que había llevado a su hijo a su primer día en el kindergarten.

Uno de los empleados sobrevivió porque ese día le tocaba comprar los pasteles para el refrigerio matutino, así que había pasado por la panadería.

Una mujer llegó tarde porque no le sonó la alarma del despertador.

Un hombre llegó tarde debido a una congestión en la autopista de Nueva Jersey que se produjo a causa de un accidente automovilístico.

Otro no llegó a tiempo a la parada para tomar el autobús acostumbrado.

Una secretaria se manchó la ropa al desayunar, y tuvo que dedicar tiempo para cambiarse a último momento.

El auto de un hombre no quiso arrancar esa mañana.

Una mujer, en el momento en que iba a salir de su casa, oyó el timbre del teléfono y entró para contestar la llamada.

Uno de los empleados tenía un hijo que hizo todo muy lentamente esa mañana, de modo que no estaba listo para la escuela como de costumbre.

Otro no logró que un taxi se detuviera y lo llevara oportunamente.

Y, tal vez el colmo de la buena suerte disfrazada de mala, un hombre se puso un nuevo par de zapatos esa mañana, pero en el camino a Manhattan se le formó una ampolla en uno de los pies, de modo que entró en una farmacia para comprar una curita.

¿Qué podemos aprender de las historias de esos sobrevivientes? El sabio Maestro, hijo del rey David, subraya las siguientes lecciones en el libro de Eclesiastés:

¿Qué provecho saca el hombre de tanto afanarse en esta vida?

.............................................................

En la tierra suceden cosas absurdas, pues hay hombres justos a quienes les va como si fueran malvados, y hay malvados a quienes les va como si fueran justos.

.............................................................

Al dedicarme al conocimiento de la sabiduría y a la observación de todo cuanto se hace en la tierra, sin que pudiera conciliar el sueño ni de día ni de noche, pude ver todo lo hecho por Dios. ¡El hombre no puede comprender todo lo que Dios ha hecho en esta vida! Por más que se esfuerce por hallarle sentido, no lo encontrará; aun cuando el sabio diga conocerlo, no lo puede comprender.

.............................................................

Vi además que nadie sabe cuándo le llegará su hora. Así como los peces caen en la red maligna y las aves caen en la trampa, también los hombres se ven atrapados por una desgracia que de pronto les sobreviene.

.............................................................

¿Qué provecho saca quien trabaja, de tanto afanarse? ... Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. 1


1 Ec 1:3; 8:14,16‑17; 9:12; 3:9,11

martes, 1 de septiembre de 2009

UNIDOS POR LA MISERIA

«... Toda la zona del arenal del dique, como toda la ciudad de Bahía, [pertenecía] a los Capitanes de la arena....

»... La ciudad comenzó a hablar de [aquellos] chicos vagabundos que vivían del robo. Nadie sabía el número exacto de los que así vivían. Serían unos cien y, de ésos, más de cuarenta dormían en las ruinas del... viejo depósito abandonado, en compañía de ratones, bajo la luna amarilla....

»... El Sem‑Pernas... quería... algo que lo hiciera feliz, que lo librase... de esas ganas de llorar que le venían en las noches de invierno.... una mano que lo acariciara, alguien que le hiciera olvidar su defecto físico con mucho amor, que le hiciera olvidar los... años que había vivido solo en las calles de la ciudad, hostilizado por los hombres que pasaban, empujado por los porteros, zurrado por los muchachos más grandes. Nunca tuvo familia. Había vivido en la casa de un panadero, al que llamaba padrino, que le pegaba buenas palizas.

»El día que comprendió que una fuga lo libraría, lo hizo. Sufrió hambre, y un día lo metieron preso.... Aquella noche en la comisaría... vigilantes borrachos le hicieron correr renqueando alrededor de una pieza. En cada rincón lo esperaba uno con un palo largo. Las marcas de las costillas ya habían desaparecido, pero en la parte interior nunca desapareció el dolor de esa noche....

»... Después encontró a los Capitanes de la arena... y se quedó con ellos.... Su corazón estaba lleno de odio. Confusamente deseaba tener una bomba... que arrasara con toda la ciudad.... Entonces se alegraría. O también, si alguien, posiblemente una mujer de cabellos grises y manos suaves, lo apretara contra su pecho, le acariciara la cabeza y lo hiciera dormir un buen sueño, un sueño que no estuviera lleno de los sueños con aquella noche en la comisaría. Entonces estaría alegre y no tendría odio en el corazón. Y no tendría más envidia ni desprecio....»1

Así nos presenta al patético Sem-Pernas el popular novelista brasileño Jorge Amado en su obra titulada Capitanes de la arena. Cuando apareció este polémico libro de Amado en 1973, el Estado Novo brasileiro confiscó la edición y mandó quemar centenares de ejemplares en la plaza pública. De modo que cuando volvió a aparecer el libro siete años más tarde, «constituyó un verdadero acontecimiento cultural», comentan los editores de Losada en la contraportada de su edición del 2006.

Gracias a Dios, ese «mundo de los niños abandonados, unidos por la miseria y empujados por una sociedad egoísta hacia los arenales del puerto, donde organizan su propia sociedad infantil, con toda la secuela de la delincuencia, pero rica también en solidaridad, inocencia y amor», como los describe la Editorial Losada, es el mismo mundo por el que el Padre celestial envió a su único Hijo Jesucristo a morir en la cruz del monte Calvario... solidario, inocente y amoroso.2 Y ese Hijo de Dios que dio su vida por todos los niños de la ciudad de Bahía, tanto los niños abandonados como los niños consentidos, es el mismo Cristo Redentor al que se le rinde homenaje con un monumento en el monte Corcovado, el Cristo que siente igual compasión y ternura por los niños de Río de Janeiro, del resto de Brasil, de Iberoamérica y del mundo entero.3


1 Jorge Amado, Capitanes de la arena, trad. Estela dos Santos (Buenos Aires: Editorial Losada, 1973), pp. 30-31,41-42.
2 Jn 3:16
3 Sal 103:13; Mt 23:37; Lc 13:34

EL OLOR DE LA MUERTE


Las puertas de la sala de emergencia se abrieron. Los enfermeros apresuraron la entrada de la camilla. Traían a Gloria Ramírez, de treinta y un años de edad, con fallo cardíaco. El médico de turno y cinco ayudantes la atendieron. Pero no bien abrieron una de sus venas para sacar sangre, vapores tóxicos invadieron el cuarto. La doctora Julie Gorchynski se demayó, y otras cinco enfermeras sufrieron graves intoxicaciones.

El hospital Central de Riverside, California, inició una investigación minuciosa del asunto y la conclusión a la que llegaron sobre los misteriosos vapores fue la siguiente: «Simplemente se trataba del olor de la muerte.»

No se conoce otro caso como este en los anales de la medicina. De la sangre de una mujer joven brotaron vapores sulfurosos y amoniacales con un olor tan horrible que los científicos de la Universidad de California no encontraron otra manera de describirlo más que con decir: «Se trataba del olor de la muerte.»

Interesante esa frase: «olor de la muerte». ¿Acaso no se encuentra el olor de la muerte también en otros lugares?

El olor de la muerte está en cada paquete de drogas que se pasan de contrabando. Porque la droga es la muerte de cuerpo, mente y conciencia.

El olor de la muerte está en cada casino y en cada sala de juego que abre sus puertas. Porque el juego de azar es la ruina moral y económica de millones.

El olor de la muerte está en cada expendio de licor que recibe a sus clientes con estantes llenos de botellas. Porque dentro de cada botella está el veneno alcohólico que destruye a individuos, familias y sociedades.

El olor de la muerte campea en cada matrimonio que descuida sus votos y comienza a emplear palabras como «separación» y «divorcio». Estas lanzan, entre esposo y esposa, el resentimiento, el odio, el despecho y la venganza, que destruyen la unión más importante de la raza humana: el matrimonio.

El olor de la muerte brota violento en cada aborto, porque se mata a un ser viviente en el vientre materno que hasta ese momento le ha dado la vida que tiene.

De cada actividad humana que se desarrolla sin el temor de Dios brota el olor de la muerte, porque todo lo que se hace ignorando las normas divinas, produce muerte. Sólo Jesucristo puede dar la vida que contrarresta la muerte. Sólo Cristo puede regenerar, salvar y reformar por completo al hombre y a la sociedad. Sólo Él es vida. Todo lo contrario a Él, es muerte.

Más Devocionales!