viernes, 29 de mayo de 2009

CASI

CASI



Casimira, casi todoy casi nada.
La llamaban Casi cuando casi andaba,
y al cumplir los siete
Casi fue al colegio,
pero la maestracasi no enseñaba.
Pues siendo la Casi
una adolescente,casi niña, casi dama,
encontró a un mozueloa quien Casi amaba.
Pero un día el muchacho,
casi sin mirarladejó a la Casi,
casi destrozada.Y se fue a un convento
la buena de Casi
queriendo ser santa,
y casi fue monja...
Pero un día enterada
de que el chico moría,
se volvió a su casa
y cuidó del chico
como de casada.
Y el chico murió
casi sin besarla,
y Casi fue viuda,
al menos en su alma.
Hoy Casi, cansadade su vida extraña,
casi ni se peina,
y desenfadada,cuenta de algún modo
que fue casi todo,sin ser casi nada.

1 Estos versos del poeta cubano Rodolfo Loyola forman parte de una colección que ha titulado Primavera Interior. Con ese título el autor nos revela lo que tal vez para algunos esté oculto, pero que constituye el genio de su composición: Tiene bastante de jocosa, eso sí, pero también de profundidad. La verdad es que la tal Casimira, a la que llamaban Casi, representa a un crecido número de personas que nos rodean. Son personas que llevan una vida que no tiene verdadero propósito.

No se sienten realizadas porque no han hecho nada que las lleve a tal estado de ánimo. En lo que toca a las relaciones humanas, su vida es un desastre. Se enamoran del amor, y por lo tanto de cualquiera que, con fingida sinceridad, les manifiesta que las quieren. Y cuando el objeto de su amor no les corresponde, ni siquiera por unos instantes engañosos, toman decisiones súbitas, equívocas, con el corazón quebrantado. No tienen buenas relaciones con nadie, y sin embargo dependen de los demás para ser felices. ¡Con razón que se sienten totalmente frustradas!

Es de veras patética esa escena de la Casi cuidando de su enamorado, que ni en el lecho de muerte la trata como una persona digna de su amor. Y está realmente bien lograda la figura de la Casi, que aunque no disfruta de la supuesta dicha de un matrimonio común y corriente, queda viuda en el alma. Pero lo más triste de todo es que hay personas que, como Casimira, llegan al final de su vida sin comprender que sí hay Alguien que las ama de cuerpo, alma y espíritu. Ese Alguien es nuestro Padre celestial, que ha dispuesto que nos casemos con su único Hijo, a quien envió al mundo para ser nuestro esposo. Y ese Hijo es Jesucristo, que nos amó y se entregó por nosotros.



2 San Pablo le presentó ese mismo Cristo al rey Agripa, pero éste respondió: «Un poco más y me convences a hacerme cristiano.» 3 Es decir, «casi» sí, pero no. Más vale que nosotros hagamos lo contrario, correspondiendo a su amor con un resonante: «¡Sí, Señor!», pues todos sabemos que en esta tierra los «casis» no valen.


Tomado de:

1
Rodolfo Loyola, Primavera Interior (Barcelona: Editorial CLIE, 1985), p. 51.
2
Ef 5:25
3
Hch 26:28

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